El párroco de alguna iglesia cercana a Hestias hace sonar sus campanas todos los días a las nueve menos diez de la mañana, llamando a la oración. Y todos los días los oigo mientras recorro los trescientos metros que separan nuestro edificio de la parada del autobús. Suenan exactamente igual que las campanas de Taizé.

Me duele cada vez que las oigo.

La semana pasada publicaba el diario El País un artículo (el primero de una serie) sobre la Generación Perdida o la Generación NiNi o como queramos llamar a los jóvenes que a día de hoy tienen entre 25 y 35 años, en el que habla en primera persona (está escrito por periodistas de menos de 35 años) de los sentimientos de estos jóvenes frente a la ( Read more... )